sábado, 17 de marzo de 2007

Escaparate (1)

Hasta hace unos días el librero no conocía mi nombre. Accedió a vender mi libro casi como un gesto navideño de solidaridad, porque al fin y al cabo, los beneficios del libro estaban destinados a una buena causa: fomentar la lectura infantil. Una entrevista para el Ideal de Granada me dio un minuto de gloria. El tiempo suficiente para generar cuatro o cinco curiosos compradores de mi libro. Saltó la alarma. Parece ser que el libro tiene compradores. Suena el teléfono. Tráiganos más libros. Habría posibilidad de hacer una presentación. Como diría mi amigo Mario: Cantos de sirenas. Pero el librero sigue sin conocer mi nombre más allá de la portada. Obediente llevo más ejemplares del libro. Éste lo pondremos en el escaparate –me dicen, y yo salgo satisfecho, orgulloso, sintiéndome por primera vez en mi vida novedad editorial. Cantos de sirenas. Todavía no he aprendido a escribir pero ya tengo sueños de grandeza, ansia de escaparate. Debe ser que voy aprendiendo el oficio. Cantos de sirena. Vuelvo a las tres semanas. De tu libro no hay novedad – me dicen – no necesitamos más ejemplares por ahora. Y ese por ahora desprende un desafortunado frío polar ártico. Habla con el jefe. Pero el jefe no recuerda mi nombre, ni el título de mi libro, ni sabe quien soy, ni recuerda que fui escaparate una semana, ni que empiezo a tomar conciencia de lo absurdo de algunas situaciones. Cantos de sirena.