domingo, 6 de abril de 2008

Baeza

Es la primera vez que actualizo el blog desde un cyber. Estoy pasando unos días en Baeza. Un favor a un compañero de trabajo ha propiciado que yo también me beneficie de unos días libres. Alargo el fin de semana hasta el miércoles. Aprovecho para desconectar de todo o de casi todo. Me he traído los apuntes sobre lo último que estoy escribiendo en un intento desesperado de que el maestro Machado pueda darme el empujoncito que me falta para hilvanarlo todo. El pueblo huele a aceite intensamente. Estoy sólo en la casa. Me gusta disfrutar de la soledad durante unos días. Estando sólo uno aprende a valorar la compañía. La industria del aceite no descansa ni en domingo. Sopla el viento y arrastra el aroma casi gástrico, masticable, del aceite desprendiéndose del hueso. Vengo a menudo a Baeza pero nunca había olido tan a sur, nunca me habñia sentido solo en estas calles. Dicen que Baeza es casi más castellana que andaluza. Yo creo que ejerce de frontera. Su empedrado castellano, su señorío, está franqueado por mares infinitos de olivares que se pierden una vez la vista derrotada decide dejar de mirar. Y Machado entre las calles. Sigo sus pasos. No estoy tan solo. Entro en el aula donde daba clases de francés. Le veo pasear bajo el duro invierno jienense renegando de la escasa vida cultural de la Baeza de principios de siglo. "Maestro", le detengo al final de la calle San Pablo, "yo también quiero tener un Juan de Mairena". He pensado en hacer un encuentro poético en Baeza, un homenaje a Machado ... Ya casi tengo el programa: Recital entre los olivos, Filosofías del empedrado, ... Alojamiento gratuito, plazas limitadas... todo se andará (variante machadiana del "se hace camino al andar"). Una asociación de ideas me lleva a querer recorrer el camino del exilio que Machado y su madre realizaran desde Barcelona a Colliure... Recuerdo la anécdota que ya mencioné en otra entrada de este blog. La madre de Antonio Machado preguntándole a su hijo, ya cruzada la frontera de Francia dirección a Colliure, que si faltaba mucho para llegar a Sevilla. Pobre mujer, faltaban días para su muerte, también para la de su hijo, y ella pensaba que volvía al lugar que le viera nacer. Definitivamente tengo que recorrer ese camino. Desde este momento busco compañeros de viajes. Razón aquí.

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