No queda más opción,
a veces, que marcharse
o escribir un final
para la sinfonía inacabada,
para el blues triste y solitario,
la subjetiva crónica
de nuestra rendición.
Antes de marchar conocía a Domingo C. Ayala. Estuvimos hablando de la poesía en Málaga, y créanme que nunca me alegré tanto de desconocer algo. La ignorancia es un motor para el aprendizaje. Probablemente montemos algo sobre poesía malagueña en la web. Me regaló su libro Desvíos. Domingo tiene Dudas contradictorias:
No sé quién soy, y tampoco
si eso me convierte en un extraño.
Siento, reflexiono, deseo, hablo.
Grito a veces consignas
de las que no estoy muy seguro.
Mi aparante contradicción
sólo dice que no existe
tal indecisión en mi conformado ser
inconstante. No sé quién soy.
Borges no es Borges, es otro
y yo también, o tampoco.
A los dos les agradezco el regalo.
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