sábado, 10 de mayo de 2008

Guerra del fin del sueño. [Coincidencia en 4 actos].

ACTO I
Uno insiste en vivir la vida a base de amables coincidencias. Es una manera como otra cualquiera de divertir la vuelta del trabajo después de una noche casi en blanco y una ducha de agua fría reparadora y todo sea dicho, porque el calentador en el trabajo no funciona. Pierdo el autobús de y diez. Espero al de y menos diez. Curioso como sumando o restando el mismo número el tiempo de espera cambia considerablemente. Por suerte tengo libros para la espera. La soledad y la tristeza que tienen por las mañanas las paradas de autobús en los pueblos y ese frío que me coge a contrapelo son combatidos al calor del poemario La Guerra del fin del Sueño de Mario Cuenca Sandoval. [El calor de los poemas de Mario es el calor doloroso del hielo]. Andaba yo leyendo hacía un rato cuando se me acerca, sigiloso, un señor mayor. Entiéndase por señor mayor lo que se entiende universalmente por señor mayor. En este caso: bien afeitado, bien trajeado, con olor a colonia, que no a perfume [de señor mayor ]y con una sonrisa de agradecer para las condiciones de sueño en las que me hayo. Retiro el auricular de mi oreja derecha para acabar de descifrar la frase ya iniciada y silenciada, en su mitad por los acordes de piano de dustin o'halloran. Por cortesía me quito el otro auricular de la oreja. [...] gusta leer, alcanzo a oir. Sí, me gusta. Contesto sin demasiado entusiasmo pero devolviendo la sonrisa que me brinda mientras desvío la mirada sobre su hombro (él de pie yo sentado) y puedo ver a otro hombre (esta vez menos mayor) situado estratégicamente (con el proceder de las parejas de policía) unos metros más atrás. Con un rápido barrido cinematográfico me cercioro de las primeras sospechas: ambos sostienen en su mano unas revistas. Despertad! reza el título, y precisamente éso es lo que yo necesito. Todo apunta al sueño, también el título del libro de mario. Adoro las coincidencias. El hombre comenta, para romper el hielo [todos tenemos nuestras propias estrategias de abordaje] la importancia de la lectura. Hay que leer un libro al menos, dice que dicen, y yo le contesto, y si son dos mejor, y me acuerdo de un verso de Sólo los Solo que decía cuanto más mejor. Estoy a punto de desprenderme de todo interés y con un no me interesa invitarles a marchar, pero me cuerdo de mi error de ayer con un músico ambulante, que se acercó cuando iba al trabajo para decirme: Hola! perdona, soy músico! y me enseñó unos cd's autoproducidos, a lo que yo contesté: lo siento, voy al trabajo, tengo prisa, siendo verdad lo primero y no tanto lo segundo. Debí haberle escuchado. Me arrepiento. El interés me lo habría agradecido. En fin, que decido escuchar a aquel hombre que me alcanza una revista Despertad! (por cierto, con fecha de noviembre del año pasado ...) y me empieza a hablar de la Ciencia. Curioso debate: religión y ciencia. Viene a decirme que si bien algunos científicos emplean su sabiduría para el mal y la destrucción, Y en eso estarás de acuerdo conmigo, añade (asiento con la cabeza sin réplica alguna) otros sí hacen el bien. Tengo curiosidad por saber dónde quiere ir a parar. Yo me acuerdo de Darwin y de los que pasaron cariñosamente por las manos de la Inquisición y otras tantas instituciones eclesiásticas. El hombre mayor me habla de los libros sagrados y del monográfico dedicado a si se puede confiar en la Biblia. Y vuelve a la carga con los científicos: Porque algunos científicos han probado la existencia de algunas ciudades mencionadas en la Biblia (es poco preciso y riguroso) y hay datos históricos que prueban la existencia de Jesús. Con esos datos pretende argumentar que la Biblia está fundamentada en la verdad, en hechos reales. Y yo no me veo con cuerpo de debatirle, además, me roba el corazón cuando me dice que él antes no leía y gracias a la revista Despertad! ahora sí. Y que por eso, y por su fe en la Biblia, ahora quiere que los demás (me incluye) sepamos la verdad. Me comprometo a echarle un vistazo a la revista y alabo el que luche por lo que cree. No viene al caso decirle que dejé de creer en Dios hace mucho tiempo y que me identifico más con los versos de Mario que acabo de leer hace escasos minutos:

Y soy también el Dios que juzga todo
Y me dan miedo las cosas que no soy

El Señor mayor se va despidiéndose como llego, amablemente, y el otro señor (olvidado y fuera de mi campo de visión conversacional) de repente vuelve a entrar en escena para despedirse casi efusivamente y diría que con agradecimiento por el tiempo que les he dedicado. No debe ser fácil predicar en el desierto.
ACTO II

La inesperada visita me ha dejado desconcertado. De nuevo solo en la parada y noto de nuevo el frío mañanero. Antes de hojear la revista saco el comodín de Machado: Juan de Mairena, mi mejor compañero de autobús en muchos años [últimamente llevo dos libros en el bolso, nunca sé lo que me va a interesar leer]. Dice Mairena a sus alumnos:

Amar a Dios sobre todas las cosas - decía mi maestro Abel Martín - es algo mñas difícil de lo que parece. Porque ello parece exigirnos: primero, que creamos en Dios, segundo, que creamos en todas las cosas, tercero, que amemos todas las cosas, cuarto, que amemos a Dios sobre todas ellas. En suma: la santidad perfecta, inasequible a los mismos santos.

Tengo subrayado este párrafo para utilizarlo en el libro en el que estoy trabajando. Tras otra notable coincidencia [¿Es coincidencia o soy yo el motor que hace que las cosas coincidan?] Me pongo a cumplir mi palabra de echarle un vistazo a la revista. Últimamente la curiosidad aparece en lugares donde antes no había nada. La hojeo con sincero interés y debo confesar, con cierto cachondeíto. El editorial me gana: cita a Shakespeare. No os fiéis de las tablas podridas, escribe, haciendo alusión a cerciorarse antes de saltar a un bote de que las tablas no estén podridas, metáfora para abordar el tema de la credibilidad de la Biblia. El resto de titulares hablan de la Biblia como un libro sin igual, de razones para confiar en la Biblia, de su exactitud histórica (veo que elhombre mayor había leído al menos este artículo ), de la franqueza de sus escritores, de su coherencia interna y un interesante (y esto lo digo de verdad) artículo sobre la exactitud científica de la Biblia donde se comentan cosas como que Hace tres mil quinientos años, la Biblia declaró que la tierra colgaba sobre nada (Job 26:7) o que Isaías aludió claramente al círculo (o esfera) de la Tierra.(Isaías 40:22), entre otras cosas más... Pero no hay nada escrito sobre el test de embarazo de María, o qué mecanismos utilizaban los ángeles para el vuelo, o cómo fabricar un tres en uno. [Perdonen los creyentes esta ironía].Pero lo mejor de la revista estaba casi al final, en la sección MITOS Y VERDADES, donde (cito textualmente) El superintendete cristiano Timoteo aclara dudas sobre lo que hay de mito y de verdad en aseveraciones tales como: Los milagros son imposibles o Todos los buenos van al cielo al morir.
Ya para finalizar, en la sección LOS JÓVENES PREGUNTAN responden a la pregunta de ¿por qué tengo que hacer lo que dice la Biblia?, que para venir de (un o una) joven me parece una gran pregunta. Plantea una situación en la que tres estudiantes (chicas) almuerzan en la cafetería del Instituto. Unas mesas más allá hay un joven guapísimo. Pierden los vientos por él. El chico en cuestión no tiene novia y dos de ellas sí, lo que lamentan. Entonces espetan a la tercera en cuestión que por qué ella no tiene novio, y le reprochan: menos religión y más diversión. Tremendas amigas. En fin, lo que el artículo defiende es lo de menos y ya os lo podéis imaginar.


Llega el autobús en este instante a las y menos diez. Hoy toca el conductor de la mala follá. Me cae mal. Nunca devuelve el saludo. me prometí hacer lo mismo, pero no puedo, mi buena educación me supera. Soy un poco gilipollas a veces.

ACTO III
Si has llegado al tercer acto te felicito. Reconozco que eres una buena amistad o que te adorna la virtud de la paciencia. Estoy tan cansado que sólo me apetece escribir. Dejénme volver al autobús. Ya iniciada la marcha guardo a Mairena y vuelvo a Mario. Por Churriana decido mandarle un SMS a Mario. Tengo necesidad de admirarle su trabajo. Llegando a Armilla (sí, el pueblo de Rosa de España) suben al autobús un grupo de jóvenes uniformados: algunos con camisa balnca (pantalón negro de tergal todos) y otros con americanas negras cubriendo la camisa (serán los más frioleros, me digo). Llevan todos y todas un distintivo negro identificativo donde se leen: Hermana Lindley, Elder Helley, Hermana Cañamar y hermano Teoaka. Hay tres o cuatro más que no alcanzo a identificar. La mayoría sostienen un libro grande (de dimensiones religiosas, ya saben) con tapas azules donde en letras doradas se escribe EL LIBRO DE MORMÓN y subtitulado Otro testamento de Jesucristo. Pero bueno, ¿Qué le pasa hoy a los religiosos? ¿Hay un complot contra mi ateísmo? La hermana Lindley tiene un aspecto norteamericano que se lo pisa. A ella también le ha sorprendido el frío con su camisa blanca y protege sus labios con una barra de cacao. Tiene cara de sueño, de haber salido por la noche [bueno, no sé si los mormones salen mucho por la noche]. No tiene pinta de gustarle los caracoles pero sí la cerveza y la cómida rápida. Prejuicios.


ACTO IV


Cuando llego a casa, rozando el mediodía, los mormones hacía un rato ya que habían salido de escena, por la Granada que se depierta entre churros y cañas tempraneras. En casa sólo mi gata. Me recibe amablemente, como el señormayor. Voy directo al café y pongo la radio. En el boletín informativo del mediodía hablan de Conferencia Episcopal. Ya no sé dónde meterme! Hablan - hago yo esa interpretación - de la mala calidad de los creyentes, que no basan su fe en el Evangelio, sino en unos fundamentos sociales impuestos por unos tiempos que crean malos hábitos y se apartan de la palabra de Dios. Apago la radio. No puedo más. Tanta trascendencia me supera. Me acuerdo del rocío, de las romerías. Esta noche saltan la verja. Esta noche la virgen es una excusa.

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