jueves, 14 de agosto de 2008

La visita (Primera parte)

Eli y yo coincidimos en hacer la misma foto: una verja recortada con vistas al puerto de Gibraltar. Curiosa metáfora de la libertad. Tierra firme que se alza al cielo rodeada de una verja por donde un recorte deja entrar con mayor claridad un trozo de mar. Ayer fui a visitar al hermano de M. - uno de los chicos que dejé atrás en Granada. Está en la cárcel, aunque en la puerta pone Centro Educativo, porque los que hay dentro son menores. Me ofrecí a llevarle una carta y unas fotos tan pronto pudiera. No conozco a su hermano de nada, pero ser su hermano me bastaba. Tampoco conocía el centro. Había imaginado que tendría medidas de seguridad pero lo que me encontré al llegar era una cárcel de menores en toda regla. Altas torres enrejadas, cámaras que avisan con sus pixeles de mi llegada, voces metálicas en el interfono, puerta que se abre primero, puerta que se cierra, segunda puerta interior que se abre cuando cierra la primera, cristales opacos desde donde me piden amablemente el DNI, tensión, espera, familiares que llegan a visitar a los menores y son registrados delante mío... Finalmente la trabajadora social, con la que me había citado por teléfono, aparece. Muy agradable. Más joven de lo que su voz me sugería por teléfono. Es de las que cambia de idioma cuando ve que contestas en castellano. Le hubiera dicho que no, que hablara en catalán, que lo prefiero, que seguro que los dos estaríamos más cómodos, pero no le dije nada. Un miembro de seguridad nos abre la puerta. Os acompaño, dice, como fingiendo que es por cortesía y no por seguridad. El formalismo no me importa. Nos acompaña hasta una de las salas de visita por un pasillo largo y lleno de puertas. Ella se lamenta al no poderme atender en una sala de reuniones. A mi no me importa, es más me puede la curiosidad. Las salas de reuniones son aburridas e insípidas por lo general. Dos sillones frente a frente con una mesa enmedio. Una sencillez acogedora. Colores suaves. A mano izquierda una puerta que no puedo atravesar. Se disculpa de nuevo. No puede enseñarme el resto del centro por motivos de seguridad. La entrada es muy fría, dice. Yo sonrío para darle la razón - pero dentro créeme, es mejor. Son viviendas con un patio interior, como una casa de colonias. Me pregunta por Granada, por el hermano de I. Ya noto que me cree, que ahora sí, que soy uno de los suyos. Por teléfono noté cierta desconfianza cuando pedí la entrevista. Al llegar entregué una carta de presentación que mi antigua directora me había preparado para acreditar que trabajaba en el mismo centro que M., hermano de I. Durante el tiempo que estuve esperando sucedieron actos invisibles para mi donde se cotejaba quién coño era el menda que venía a ver a I.

No hay comentarios: