miércoles, 28 de enero de 2009

Subir a los tejados!

Toni me dice: tienes que ver ésto. He descubierto un oasis, y le digo que sí, que voy a verlo, que dejo lo poco que estaba haciendo y que voy. Y la verdad es que estaba utilizando la energía solar para cargar el cuerpo. Cuánto saben los viejos, cuánto las viejas. Cuando buscas el mejor lugar para cerrar los ojos y orientar la epidermis hacia al sol, ellos ya están allí. Y sus conversaciones son tan grandes que cualquier pretendida reflexión trascendental en el silencio se apaga lentamente . Es como tener la radio puesta. Junto a la radio un padre ejerce el noble arte de educar a su hijo pequeño en el saber decir "no", o "caca", al tiempo que enseña a diferenciar entre "bonito", cuando acaricia a un perro, y "la cúa no", para evitar que le tire del rabo. Me desperezo como los gatos. Mi cuerpo tiene el mismo temblor que bajo mis pies ejerce el paso del metro. Voy para su casa. Me espera en el ascensor. Me dice "no", cuando hago el ademán de dirigirme a su puerta. Vamos arriba. Y arriba es el tejado del edificio. Siempre me han fascinado los tejados, desde aquella canción adolescente. Y era verdad: un oasis de perspectiva del barrio y la ciudad.

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