lunes, 25 de abril de 2011

Sant Jordi (iii)

La librería era un hervidero. Si en apenas cien metros conseguí escapar de la asfixiante camaradería de mis compatriotas, me vuelvo a meter en la boca del lobo. La contradicción entre las infinitas posibilidades de viaje que asoman por las estanterías en forma de objeto-libro se contradice, como las escamas en la piel del salmón, con el agónico proceder humano.  Hay quien llega a disfrutar sintiéndose sardina en un bancal. Yo no. Cada vez menos soporto las aglomeraciones. Recorro los pasillos escondiéndome en las zonas menos transitadas, donde reposan libros poco transitados también y me solidarizo en cierto modo con su caracter específico.  No es fácil ser específico, arroja sobre los hombros un tono de soledad confusa.No hay que confundir la especificidad con lo poco transitable.

Subo a la cafetería en la primera planta porque, aunque he llegado casi con 1 hora de anterioridad, intuyo que podré saludar a Luis, que estará tomándose algo. Hay intuiciones, las menos, que se cumplen. Allá estaban Margarit y García Montero charlando distendidamente. Recuerdo cuando fuí al despacho de Luis en la facultad para hablar sobre mi trabajo de doctorado y acabamos hablando en el bar sobre mi trabajo como educador. Le interesó mucho - más que mis investigaciones literarias, seguro - la realidad de los chavales que vienen en las pateras o en los bajos de un autocar. Creo recordar que, por entonces, Luis estaba en las listas de IU para el Parlamento Andaluz y como hombre de izquierdas, ciertas problemáticas le interesaban. Me parece muy loable que alguien que quiere dedicarse a la política aproveche las oportunidades reales de ver los problemas para informarse. Desde entonces, cada vez que nos vemos me pregunta por los chavales, hasta el punto de que el día que leyó en el Ciclo de poesía que organizamos los de Ciudad Poética en el bar La Senda de Oro, agradeció la invitación y tuvo un recuerdo para mi trabajo.
Saludo a Luis cuando la conversación se detiene por un matrimonio que saluda muy afectuosamente a Margarit- interrumpir a dos poetas mientras hablan es de mala educación -. ¿Cómo estás? ¿cómo va todo? - aprovecho el hueco - Bien, Bien, sin muchas novedades, alcanzo a decirle, y poco más en la conversación. Estoy muy poco hablador. Cuando dedico el tiempo a andar y a fotografiar es porque precisamente estoy poco hablador, casi mudo. Me quedo con ganas de explicarle lo de la iniciativa solidaria con Japón, incluso de darle un ejemplar del libro (llevaba dos en la mochila), pedirle apoyo en la campaña, pero odio que la gente piense que me aprovecho del afecto. "Bueno, luego nos vemos, no quiero agobiarte", le digo muy poco natural. Un rato después, mientras repaso las novedades editoriales para niños, se me ocurre que me firme su último libro, que Eli me ha regalado. Lo hace con una dedicatoria cariñosa: "(...) un abrazo, pero de verdad, no de firma literaria y mi amistad". Yo, que fuí un gran mitómano en esto de la poesía, me alegra mucho leer la dedicatoria. Sin duda, aunque mi poesía tenga poco que ver con la Otra Sentimentalidad  y que mi percepción del hecho poético haya cambiado en un proceso lejanía -mundillo literario -lejanía (es decir, pasar de escribir sin ningún ánimo, intentar meterte en el mundillo y volver de nuevo a sendas más personales) me hace ilusión encontrarme con quien fuera uno de los motores por los que viajamos a Granada: yo quería estudiar en la facultad de Letras con García Montero, Álvaro Savador, Juan Carlos Rodríguez, etc... representantes de un cambio importante en la manera de escribir en este país, que sin entrar en detalles, los herederos malgastaron con mucha menos calidad que sus predecedores y que puede que, los propios protagonistas, no supieran reinventarse. Pero eso es harina de otro costal.

La sala está expectante. Se va poblando de supporters y hooligans poéticos. Margarit y García Montero los tienen. Juegan en otra división. Se hacen fotos con los asistentes, firman libros sin parar. Recuerdo ahora mi llegada a la poesía. Escribir letras para el grupo, luego poemas de amor con intenciones amorosas, leer a los clásicos, Federico gracias, Neruda, Benedetti, gracias, Cernuda, Salinas, gracias. Y García Montero gracias. Encontré su poema "habitaciones separadas" en la red y descubrí que otra manera de hacer poesía era posible. Me identifiqué mucho con su manera de escribir, su cercanía, su intensidad lírica, su poesía terrestre, cercana, comprensible.Compré casi todos su libros, o en su defecto me aproveché de Eli para que me los regalara. No hay nada como que tu pareja o familia sepan de tus aficiones. Sale más barato. En cierto modo se convertiría en una escuela, en un momento muy importante para mi: el momento en que la poesía me parecía algo serio, algo que no es un simple fogonazo inspirado, más o menos lírico, sino algo sobre lo que trabajar, releyendo, reescribiendo. Lorca decía aquello de "soy poeta por la gracia de Dios y del esfuerzo". Picasso aquello otro de "que la inspiración me coja trabajando".En fin, algo así.

Me viene a la cabeza la entrevista que Jorge (Jorge B. Ortiz) me hizo en una emisora de Granada. Perdón, mi primera entrevista!!! una de las dos o tres que me han hecho, claro está. Jorge y yo nos conocimos a raiz de compartir "galardón" en los Premios de Poesía de la Universidad de Granada. Desde aquellos tiempos nos frecuentamos y llegamos a hacer cosas muy chulas en Graná. Probablemente si no nos hubiéramos encontrado en la calle Elvira - yo transeúnte, él en su habitual gesto de ciclista responsable (por lo del casco) no sé que hubiera sido del asunto. Allí nos dimos los teléfonos. Esto viene a cuento de una pregunta suya durante la entrevista donde me ponía entre la espada y la pared preguntándome si aquí un servidor era "monterista". Esto dicho así, para los que no han vivido en Granada, puede sonar inocuo. Allí y entonces tenía su qué. Ser Monterista significaba poco menos que ser de la oficialidad  literaria: el sector cercano al poder edtorial y cultural en la ciudad. Al margen de comulgar con los postulados de la "Otra Sentimentalidad". Yo dije que no, como reivindicándome autónomo, pero en el fondo sí lo era. Admiraba mucho todo lo suyo. Con el tiempo me sobrarían los poetas de la poesía, como me sobran los futbolistas del fútbol, ya me entienden, una cosa sin la otra no es posible, pero "me vengo a referir" que lo improtante es el juego colectivo, o el mensaje poético, y no el ego. Todo artista tiene, por otro lado, una necesidad de alimentar el ego. ¿A santo de qué intentamos publicar nuestros poemas? Hay una intención comunicativa clara, un querer ser escuchados.

Voy escribiendo esto subiendo y bajando en el texto, aumentando apuntes, incidiendo en partes y el texto, ahora que lo releo en una pausa, se repite y se desordena. Da igual. Yo sigo con lo mío.
¿Por qué se gira ese muchacho en mitad del poema? Su acompañante le mira con devoción. Me gusta cómo le mira. SIguen los versos en castellano y en catalán. Joan Margarit traduce algunos de sus comentarios para que "Luis no tenga dudas" y Luis le recuerda que ese comentario (Joan decía que Luis es de los pocos autores nacionales de los que espera con ansiedad sus libros), el mismo, ya lo había hecho en Madrid y en Sevilla, donde habían leído a juntos.

Yo escucho un rato y me marcho antes de que acabe el acto. No sé por qué me voy antes. Pero me voy.




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2 comentarios:

Txema Anguera dijo...

ese vuelo rasante sobre la Otra sentimentalidad, me ha gustado.
se me complicó la tarde por Sant Jordi y me perdí el acto; decirte que de haber asistido, tal vez hubiésemos abandonado la Central, al mismo tiempo.
saludos

Ventura Camacho dijo...

jejeje creo que lo abandoné por la incomodidad de la sala tan llena que no por los autores, pobres, que se dejan escuchar con facilidad... lo de la Otra Sentimentalidad tiene mucha más miga....pero no viene al caso. Abrazo