lunes, 27 de junio de 2011

[30-48]


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[30]
De vez en cuando me obligaban a una completa confesión de mi vida hecha después de varios días de silencio. Así recuerda Manuel Altolaguirre los días de la infancia.


[31]
En el poema “El viaje” de Ocnos, Cernuda  escribe: Y con su libro voluminoso bajo la lámpara del invierno o sobre uno de los peldaños (…) de la escalera que bajaba al patio, a la luz dulce tamizada por el toldo, leía y leía, veía y veía, atesorando en la mente ríos y mares, paisajes y ciudades, calles y plazas, edificios y monumentos.

[32]
Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir. Es la vuelta al origen, La muerte nos pertenece tanto o igual que el primer llanto.

 

[33]
Fue una muerte caprichosa. Perder a una madre por la infección del arañazo de un gato y la falta de antibióticos. Roza el esperpento y bordea la anécdota un escalofrío punzante. Se crea la paradoja: la muerte libra al poeta del yugo familiar. Sin cargas, pero con dolor, el poeta marcha de Sevilla.

[34]
Una infancia marcada por un nombre: Soledad. Tú madre, Pedro. De riguroso luto por la muerte de un padre del que guardas viejas fotografías para compensar la falta de recuerdos. Sólo, sin hermanos ni hermanas. A veces triste, a veces tan aburrido. Soledad del niño, nombre de una madre.



[35]
Tú madre no quiere que juegues con otros niños por miedo al contagio de extrañas y peligrosas enfermedades. Una sobreprotección así sólo le alquila a la vida una única ventaja: el descubrimiento de mundo interior. Una renta a tu favor, quizás un precio excesivamente caro.

[36]
Ese miedo es también una herencia cuando va más allá de la circunstancia.




[37]
Tu miedo es ahora, tantos años después, el mismo miedo de tu madre, la repetición de un error.



[38]
Diagnóstico uno: psicastenia. Diagnóstico benevolente: hipocondría. Diagnóstico triste: niño perdido entre libros. Diagnóstico esperanzador: Niño perdido entre libros encuentra su camino.


[39]
Me contó Guillén que Salinas era un padre muy cariñoso. Bromeaba con la idea de que casi parecía él el propio inventor de la paternidad. Se diría que quería desquitarse de su propia infancia.


[40]
Como si no pudiera desprenderse del todo de la lacra de la soledad a su hija le llamaron Solita. Solita Salinas. Aleixandre contaba que Salinas tenía la capacidad de escribir poemas con una mano  mientras en sus rodillas, sentada, Solita saltaba y jugaba con su padre.

[41]
En una carta a Margarita le decía. “lo hermoso es no dejar de ser niño. Siendo al mismo tiempo hombre”.



[42]
 Un escaparate es una sacadinero“, decía tu niñera. A ti te fascinaban y te quedabas embobado delante de los puestos de juguete de la Plaza Mayor. Nunca perderías al afición por los juguetes.


[43]
Cuando uno está enfermo, escribe el poeta a su amada, significa el trastorno del mundo, la supresión de la actividad y de su entusiasmo.



[44]
De niño me enseñaron a recordar. Prosigue. Toda mi educación fue un continuo ejercicio de memoria. No sólo por la repetición mecánica de las lecciones, sonsonete de ríos, de verbos, de tablas… sino con ejercicios más profundos. Quizás por eso, Emilio recordó que más importante que el éxito eran las personas, y decidiera apartarse de la cultura para llegar al hombre. Meses después lo vieron en las playas de Málaga enseñando a leer a los pescadores.

[45]
La infancia son contrastes: el alborozo del recreo, entre unos tristes muros  y  los días de retiro en un campo, de adjetivo libre y  con un silencio grande como el cielo.


[46]
Sus primeros versos coincidieron con la muerte de su padre a los cinco años.  La cocinera se los llevó a su hijo que era impresor.



[47]
Con Cernuda uno no sabía dónde empezaba la verdad y donde el recuerdo inventado. La diferencia de edad con sus hermanas pertenecía a la columna de verdades, la soledad del patio y del juego infantil a la columna de interrogantes.


[48]
Me enseñó una foto. Un recuerdo amargo, decía, de su educación religiosa. Allá estaba fingiendo docilidad y bondad sosteniendo las insignias en el trigésimo aniversario del Calasancio Hispalense. Era en las Escuelas Pías, en los Escolapios.

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