jueves, 16 de junio de 2011

Este albornoz que nos dan al salir de la ducha.

Reconocer la derrota del cuerpo no es plato de buen gusto. Me indigna. Recibí un correo de Arturo Borra pidiendo que cada cual escribiera sus motivos de indignación por lo del 15 M. Yo no participé de la iniciativa, hubiera escrito motivos demasiado personales. Hoy a las cinco de la mañana había un extraño aire de confusión en el pasillo de mi casa, un olor a indignación descomponiéndose. Me levanté al lavabo por hacer algo, no por necesidad. La cama ejercicia una fuerza centrífuga mental. Aceleraba en círculos la mente e iba extrayendo las capas mentales con dudosa habilidad. Ayer cogí la baja porque hace semanas que no descanso en condiciones y sigo trabajando en fases r.e.m. y d.u.e.r.m.e.v.e.l.a. Esas horas no se cobran, o lo que es lo mismo, se cobran retales de vida, roban, sustraen pequeñas dosis de paciencia, tramos cortos de sonrisa, páginas de buen humor, lentamente, hormigueando camino del agujero, hasta dejarte despoblado y perdido, hasta obligarte a olvidar qué cosas son realmente las importantes, dónde buscar la idea de felicidad.  Me preocupa tener delante de mis narices motivos de bienestar y no verlos a ratos, o verlos y no alcanzarlos, como en las pesadillas donde caes por el hueco del ascensor, o te acompaña un desconocido con rostro familiar y ese rostro gira y cambia pero sigue siendo alguien a quien conoces y no... Suenan todos los mecanismos de alarma que fabriqué para otros y que no probé nunca en mí. Mi trabajo consiste en acompañar, en recoger, en tocar teclas que accionen movimiento, y no lo puedo hacer si ya hace semanas que no ando conmigo, si soy yo el problema, si estoy estanco. Maldito ora et labora. Sí, yo te maldigo, sociedad injusta del poder, cultura global, inconsciente colectivo. Yo me indigno. Me indigno de puertas adentro y ahora abro la ventana, para que este enfado se mezcle con el olor a suavizante de los tendederos. Me indigna la desprotección en mi trabajo: los malos horarios, el poco descanso, el nulo reconocimiento de la labor en comparación con otros colectivos. La mala praxis, la incopetencia, la administración, la mierda que tragamos y que no sabemos digerir, el dolor que instala su campamento por debajo del contorno, y espera cualquier gesto de debilidad para subirte a los ojos y apretar, como se escurre un paño mojado, la rabia húmeda de los demás. Todo  ésto junto afecta a nuestra salud. Según Punset, en especial la percepción que tenemos de nosotros mismos y de nuestro trabajo. Motivos personales para la indignación. Me cansa este albornoz que nos dan al salir de la ducha, como si realmente nos sintiéramos más secos y tuviéramos que agradecer el gesto y no la eficacia. Esta es mi cara de hoy. Tengo todavía la noche bajo los ojos. Me gustaría fotografiar mi cara cada día para ver si la noche y el día vuelven a su lugar yse dejan de jodiendas. Son esas cosas que pienso y luego no hago.

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2 comentarios:

soperos dijo...

es cierto ventu, todos estamos empapados.

el albornoz no seca. es otro abrigo el que necesitamos.

nuestro abrigo.

un abrazo fuerte,

tu pepe

Ventura Camacho dijo...

siempre en el clavo, Pepico mío, siempre acertando!