viernes, 5 de agosto de 2011

[249-260]


249
9 de marzo de 1920. ¿Qué hacer con la vida, tras la repentina muerte de tu padre? El general ha muerto dejando la economía familiar algo maltrecha, para sorpresa de su madre. Se tienen que mudar a la calle del Aire. Tienes que satisfacer a tu madre con estudios prácticos pero la poesía crece sin poder evitarlo…

250
Todos se giraron cuando entró, cruzando el salón mirando al suelo, como si la vida no fuera con él, como si ellos no fueran la vida. De luto. Como su padre y su hermana. La muerte de la madre todavía reciente. De luto los tres. Pepín lo descubriría, al cabo del tiempo. Dalí tenía su universo, desparramado por el suelo. Por las paredes, en las ventanas, sobre la cama. Y fue invitado por eso. A té, a té, a mucho té, y quizás, en alguna tarde de invierno a un “anaglifo” o a un baile de claqué, de aquellos que te enseñaba en Cadaqués. Fue invitado a formar parte de un  grupo de amigos. El grupo de amigos de Lorca. Él tenía otro universo – el de la poesía – y mucha gente gravitaba en Federico. Algo parecido dijo Pablo Neruda, Cuando estaba Federico, hacía Federico. Sonaba el piano. Era Federico. Alguien cantaba. Era Federico. Alguien tenía miedo de cruzar la calle. Era Federico.

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1928 muere la madre por una herida de gato. Ahora me dicen que dejaré de ser un chiquillo. Ahora que la he perdido sé cuánto la quería. No le importaría ser un niño eterno con tal de que viviera. La muerte también puede ser la libertad, la libertad de marchar en tren a Madrid, de ampliar la mirada, de cambiar de vida, de mudo, de sueños, de finales felices.

252
Cuando Germaine, esposa de Guillén, enfermó y decidió volver a París a morirse (ella lo sabía) embarcaste en el puerto de Nueva York.



253
Jorge Guillén fue, de los amigos de Federico, el que más lloró su muerte.




254
Enterrado junto al mar Cantábrico, en el cementerio de Ciriego, ocho días antes de que Franco entrara en Santander. Fallecido por heridas de guerra  o por heridas de amor, que es lo mismo. Nunca se supo el nombre de sus padres, sólo que era teniente de artillería, veinticinco años de edad, enamorado de Federico.

255
Los puntos centrales sobre los que gira la poética de Aleixandre en estos años se reúnen en un universo lírico marcado por una honda meditación. Enfermo crónico desde 1925, el poeta tiene inevitablemente muy presente el mundo de la muerte. Ésta es casi una presencia continua, que deriva en ocasiones en una atracción por la fuerza y el poder físico, por la desnudez, por el erotismo. El poeta contempla el “mundo entero”, el amor o la destrucción forman  parte de este mundo contemplado.

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Memoria del olvido, escribió Emilio Prados, y Teresa repetía la frase de un amigo: hay que tener recuerdos, hay que tener recuerdos.



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Hay un antes y un después en la manera de mirar la vida de Luis Rosales tras el asesinato de su  amigo García Lorca. Hay voces, desde entonces, que deambulan libremente por la conciencia: deberíamos haberle convencido de pasar al lado republicano, confiarse de que en casa de un falangista un rojo estaría a salvo era quizás algo ingenuo. La barbarie no entiende de poetas. La cultura, al no comprenderse, se convierte en peligrosa. Suma además el miedo a lo diferente, el miedo a la inteligencia, a la palabra viva…

258
Esta es la pieza que falta, me dices, la que nunca escribirás. Todos somos seres incompletos.

 

259
Dos cientas sesenta piezas para un puzzle incompleto. Pero ¿Quién junta los fragmentos? ¿Quién es el dueño de cada una de las piezas? ¿Quién juega?.



260
Y además se pregunta si tiene derecho a morir sin concluir la historia que empezasteis. Está cansada, dice, de no saber dónde morirse y no quiere saber nada de los cementerios de las ciudades donde se ha visto obligada a vivir. 



FIN

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