viernes, 29 de abril de 2011

Surgut



Vídeo que se proyectó en la fiesta presentación de la Revista Orsai.
Imágen: Iordi Macipe (Vértix Studio)
voz: Carolina Villafruela.
Texto: mío (ventura Camacho, pa servirles)

MAÑANA


Mañana a las 12'30 en el Cèntric (El Prat de Llobregat) nos vemos con los primos soperos y los primos de la onion. Ganas de pasarlo bien con la poesía como excusa.

lunes, 25 de abril de 2011

Cèntric

Cèntric

Revista de Letras

Revista de Letras

Sant Jordi (iii)

La librería era un hervidero. Si en apenas cien metros conseguí escapar de la asfixiante camaradería de mis compatriotas, me vuelvo a meter en la boca del lobo. La contradicción entre las infinitas posibilidades de viaje que asoman por las estanterías en forma de objeto-libro se contradice, como las escamas en la piel del salmón, con el agónico proceder humano.  Hay quien llega a disfrutar sintiéndose sardina en un bancal. Yo no. Cada vez menos soporto las aglomeraciones. Recorro los pasillos escondiéndome en las zonas menos transitadas, donde reposan libros poco transitados también y me solidarizo en cierto modo con su caracter específico.  No es fácil ser específico, arroja sobre los hombros un tono de soledad confusa.No hay que confundir la especificidad con lo poco transitable.

Subo a la cafetería en la primera planta porque, aunque he llegado casi con 1 hora de anterioridad, intuyo que podré saludar a Luis, que estará tomándose algo. Hay intuiciones, las menos, que se cumplen. Allá estaban Margarit y García Montero charlando distendidamente. Recuerdo cuando fuí al despacho de Luis en la facultad para hablar sobre mi trabajo de doctorado y acabamos hablando en el bar sobre mi trabajo como educador. Le interesó mucho - más que mis investigaciones literarias, seguro - la realidad de los chavales que vienen en las pateras o en los bajos de un autocar. Creo recordar que, por entonces, Luis estaba en las listas de IU para el Parlamento Andaluz y como hombre de izquierdas, ciertas problemáticas le interesaban. Me parece muy loable que alguien que quiere dedicarse a la política aproveche las oportunidades reales de ver los problemas para informarse. Desde entonces, cada vez que nos vemos me pregunta por los chavales, hasta el punto de que el día que leyó en el Ciclo de poesía que organizamos los de Ciudad Poética en el bar La Senda de Oro, agradeció la invitación y tuvo un recuerdo para mi trabajo.
Saludo a Luis cuando la conversación se detiene por un matrimonio que saluda muy afectuosamente a Margarit- interrumpir a dos poetas mientras hablan es de mala educación -. ¿Cómo estás? ¿cómo va todo? - aprovecho el hueco - Bien, Bien, sin muchas novedades, alcanzo a decirle, y poco más en la conversación. Estoy muy poco hablador. Cuando dedico el tiempo a andar y a fotografiar es porque precisamente estoy poco hablador, casi mudo. Me quedo con ganas de explicarle lo de la iniciativa solidaria con Japón, incluso de darle un ejemplar del libro (llevaba dos en la mochila), pedirle apoyo en la campaña, pero odio que la gente piense que me aprovecho del afecto. "Bueno, luego nos vemos, no quiero agobiarte", le digo muy poco natural. Un rato después, mientras repaso las novedades editoriales para niños, se me ocurre que me firme su último libro, que Eli me ha regalado. Lo hace con una dedicatoria cariñosa: "(...) un abrazo, pero de verdad, no de firma literaria y mi amistad". Yo, que fuí un gran mitómano en esto de la poesía, me alegra mucho leer la dedicatoria. Sin duda, aunque mi poesía tenga poco que ver con la Otra Sentimentalidad  y que mi percepción del hecho poético haya cambiado en un proceso lejanía -mundillo literario -lejanía (es decir, pasar de escribir sin ningún ánimo, intentar meterte en el mundillo y volver de nuevo a sendas más personales) me hace ilusión encontrarme con quien fuera uno de los motores por los que viajamos a Granada: yo quería estudiar en la facultad de Letras con García Montero, Álvaro Savador, Juan Carlos Rodríguez, etc... representantes de un cambio importante en la manera de escribir en este país, que sin entrar en detalles, los herederos malgastaron con mucha menos calidad que sus predecedores y que puede que, los propios protagonistas, no supieran reinventarse. Pero eso es harina de otro costal.

La sala está expectante. Se va poblando de supporters y hooligans poéticos. Margarit y García Montero los tienen. Juegan en otra división. Se hacen fotos con los asistentes, firman libros sin parar. Recuerdo ahora mi llegada a la poesía. Escribir letras para el grupo, luego poemas de amor con intenciones amorosas, leer a los clásicos, Federico gracias, Neruda, Benedetti, gracias, Cernuda, Salinas, gracias. Y García Montero gracias. Encontré su poema "habitaciones separadas" en la red y descubrí que otra manera de hacer poesía era posible. Me identifiqué mucho con su manera de escribir, su cercanía, su intensidad lírica, su poesía terrestre, cercana, comprensible.Compré casi todos su libros, o en su defecto me aproveché de Eli para que me los regalara. No hay nada como que tu pareja o familia sepan de tus aficiones. Sale más barato. En cierto modo se convertiría en una escuela, en un momento muy importante para mi: el momento en que la poesía me parecía algo serio, algo que no es un simple fogonazo inspirado, más o menos lírico, sino algo sobre lo que trabajar, releyendo, reescribiendo. Lorca decía aquello de "soy poeta por la gracia de Dios y del esfuerzo". Picasso aquello otro de "que la inspiración me coja trabajando".En fin, algo así.

Me viene a la cabeza la entrevista que Jorge (Jorge B. Ortiz) me hizo en una emisora de Granada. Perdón, mi primera entrevista!!! una de las dos o tres que me han hecho, claro está. Jorge y yo nos conocimos a raiz de compartir "galardón" en los Premios de Poesía de la Universidad de Granada. Desde aquellos tiempos nos frecuentamos y llegamos a hacer cosas muy chulas en Graná. Probablemente si no nos hubiéramos encontrado en la calle Elvira - yo transeúnte, él en su habitual gesto de ciclista responsable (por lo del casco) no sé que hubiera sido del asunto. Allí nos dimos los teléfonos. Esto viene a cuento de una pregunta suya durante la entrevista donde me ponía entre la espada y la pared preguntándome si aquí un servidor era "monterista". Esto dicho así, para los que no han vivido en Granada, puede sonar inocuo. Allí y entonces tenía su qué. Ser Monterista significaba poco menos que ser de la oficialidad  literaria: el sector cercano al poder edtorial y cultural en la ciudad. Al margen de comulgar con los postulados de la "Otra Sentimentalidad". Yo dije que no, como reivindicándome autónomo, pero en el fondo sí lo era. Admiraba mucho todo lo suyo. Con el tiempo me sobrarían los poetas de la poesía, como me sobran los futbolistas del fútbol, ya me entienden, una cosa sin la otra no es posible, pero "me vengo a referir" que lo improtante es el juego colectivo, o el mensaje poético, y no el ego. Todo artista tiene, por otro lado, una necesidad de alimentar el ego. ¿A santo de qué intentamos publicar nuestros poemas? Hay una intención comunicativa clara, un querer ser escuchados.

Voy escribiendo esto subiendo y bajando en el texto, aumentando apuntes, incidiendo en partes y el texto, ahora que lo releo en una pausa, se repite y se desordena. Da igual. Yo sigo con lo mío.
¿Por qué se gira ese muchacho en mitad del poema? Su acompañante le mira con devoción. Me gusta cómo le mira. SIguen los versos en castellano y en catalán. Joan Margarit traduce algunos de sus comentarios para que "Luis no tenga dudas" y Luis le recuerda que ese comentario (Joan decía que Luis es de los pocos autores nacionales de los que espera con ansiedad sus libros), el mismo, ya lo había hecho en Madrid y en Sevilla, donde habían leído a juntos.

Yo escucho un rato y me marcho antes de que acabe el acto. No sé por qué me voy antes. Pero me voy.




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domingo, 24 de abril de 2011

Sant Jordi (ii)

Habíamos dejado la historia en brazos del padre, sujetando el juego de confianza de la hija. Después de comer aprovecho que la lluvia todavía no aparece y salgo hacia el Metro. Esta vez no cambio rutinas. La mañana acabó por sorpresa en encuentro con Iordi. Cerveza mediante comentamos fortunas y desventuras. Él está convencido de que tiene recuerdos de una edad muy temprana. ¿Y cómo sabes tú que esos recuerdos no son falsos, o aprendidos? "Porque yo le contaba a mi madre estas cosas y no al revés", me dice. Los científicos se empeñan en pensar lo contrario. Yo no recuerdo mi primer recuerdo. Soy mentalmente desordenado. Cuando necesito un biógrafo acudo a mi madre.

EN la Plaça Orfila un shombre con "barretina". Muy folclórico él. Lleva la casa a cuestas. Juega con un teléfono móvil, con una tarjeta que no alcanzo a ver lo que es - la curiosidad acostumbra a ir mucho más allá que la propia vista. Me dan ganas de sentarme a su lado, de preguntarle sobre su vida, y pienso que qué derecho tengo yo de ejercer mi curiosidad paternalista, y qué interés debe tener él en ser preguntado por mí. Nunca lo sabremos.

Entre un ir y venir de rosas de Sant Jordi cruza otro muchacho con su carro. Lleva chatarra. Recuerdo ahora la conversación con Jovan, el profesor de foto sobre el anonimato y la identidad. Esta foto me gusta. Dice cosas. SI se ubica en su contexto dice más creo, dice mucho sobre las contradicciones sociales. Deberíamos preservar el anonimato de quien empuja el carro, pero no lo hago, me veo en el derecho de exhibirlo y me contradigo. Es arte, me excuso, o intenta serlo. Y m cuerpo primermundista mira ya hacia otro lado.



La ciudad está la miremos o no. Y así reaparece en mis conversaciones internas para decirme: "Soy reflejo, te devuelvo lo que eres".

Antes de llegar al parque de la Pegaso me paro a fotografiar las poderosas nubes que avanzan frente a mi. Una pareja se gira para ver hacia donde apunta mi objetivo. Les veo desconcertados. Ellos no ven la foto que yo estoy viendo. Yo ví ésto, y me acuerdo ahora de Pepe Maiques, poeta y entrañable amigo, que tiene un exquisito gusto fotográfico. En el blog de Sopa de Poetes ha puesto una entrada con no sé si estas mismas nubes, o quizás otras, pero muy parecidas en su textura.



Eli dice que estos bloques de pisos son muy fotogénicos. Será por su simetria, pienso. No es la primera vez que los fotografío.

Atravieso el parque. Un niño tiene la mirada perdida en el foso lleno desde hace pocas semanas de nuevo de agua. Mi teleobjetivo no da más de si. Me permite acercarme hasta una cierta distancia comprensiva. Mira hacia adentro, pienso, y al poco de estar observándole, coge su bicicleta y marcha con renovadas ganas de algo que no sé y que hubiera querido saber.


Cerca de casa, en la Rambla de Fabra i Puig, el puesto de libros vende mi libro "Los tres ríos de kiso". No sé si se habrá vendido alguno. Saldremos de dudas en breve.

De casa a Sagrera y de Sagrera a Diagonal con la línea azul no habrá más de media hora. Voy camino de La Central para ver a Joan Margarit y poder saludar a Luis García Montero. Voy pronto, con tiempo. Quiero comprobar si el centro de la ciudad está tan poco frecuentado como mi barrio. No es así. EN Rambla Catalunya no se puede ni andar. Recorro los stands de libros y de firmas or detrás, fotografiado al personal que llama mi atención.



Casi a la altura de la calle Mallorca un stand de Convergència i Unió me cierra el paso. Una cara conocida: El Senyor Trias presenta su libro y aprovecha para hacer campaña rodeado de babeantes idiotas con risas de idiotas - todavía no se me ha ido del tímpano la de aquella señora en particular - que celebran comentarios absurdos y hacen política blandiendo una excusa literaria. No gràcies.

Me llama más la intención la chica de mi izquierda, a la que intento fotografiar con discreción y que por la misma timidez de siempre no consigo captar más que extrañas poses en el tiempo. En cinco minutos estaría hablando de nuevo con Luis.

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Sant Jordi (i)

 
Todo empezó en el barrio de Gràcia hace unos días. Buscar con desesperación el libro sobre Enrique Morente, La Voz Libre, y no encontrarlo en ninguna de las principales librerías de esta maldita ciudad. No sé si es un enorme fallo editorial la no reedición del libro tras la muerte del cantaor, o quizás que estén actualizando el contenido. Lo que no es normal es  no encontrar un libro así en toda Barcelona. Finalmente lo encargué a la librería Babel de Granada, tan familiar para mí, y donde recuperé, por teléfono, el añorado acento granadino del encargado. Colita, la fotógrafa, tiene un álbum de fotos al que le llama "Lo que veo cuando salgo a pasear" que me encanta. Yo todavía busco título para las fotos que hago en mis paseos. "Fotomontón" es mi opción preferida. En la calle Verdi hay un restaurante que se llama el Oso Panda. Cada vez que paso por delante me recuerda al tema de The New Raemon en el que canta "música y comida china, del chino del oso panda", que por cierto, no es éste, sino uno - según contó en la Sala Apolo - que hay en Vilassar de Mar.

 
Me detengo frente a una tienda a hacer unas fotos - Passeig de Gràcia - camino de La Casa del Libro en busca del susodicho libro y me "chistan"  en broma inocente de despiste desde el balcón dos extranjeras. Rápidamente apunto y disparo, casi sin pensarlo, y las atrapo en desbandada, no queriendo ser retratadas mientras se pintan las uñas de los pies. Dejo atrás la preparación del asalto a la noche barcelonesa y me detengo frente al edificio del Banco Popular. Sobra cemento en esta ciudad. En todas. El reflejo es un buen recurso arquitectónico, una manera de no sentirnos tan atrapados, un engañabobos. Yo soy muy bobo cuando quiero.

 

 
Cruzando la Diagonal me fijo en los pies de los transeúntes. Lo hago a menudo. Me gusta ver la posición que adopta la gente ante la espera del verde. Desde que hago fotografías miro más hacia arriba y hacia el suelo. He perdido el centro. Hay una copla flamenca que dice:

fui piedra y perdí mi centro
y me arrojaron al mar
y a fuerza de mucho tiempo
mi centro vine a tomar

 

 
Bajo, buscando quizás mi centro, hasta Plaza Catalunya. Decido volver a casa en tren porque el metro lo cojo todos los días para el trabajo. Dicen - no sé quién nu por qué - que hay que cambiar rutinas en el tiempo libre. Eso hago.
 

 
Al día siguiente, por la mañana, intento hacer fotos con el perro atado a mi cuerpo. Es difícil. En la foto de abajo, Curro intentaba seguir su paseo mientras yo intentaba reflejar el interior de la iglesia de Sant Pacià, en mi barrio, desde el lateral, a travñes de unas salas anexas. Al final se ven las vidrieras de la Iglesia y me arecía una foto interesante que no supe rematar.


 
El barrio se muestra diferente cuando se deja fotografiar. Intenta sorprenderme, sacarme de la mirada adormecida del día a día, y ser causa y efecto.Los balcones se muestran hoy como sugerentes escotes y algunos edificios se separan creando islas de asfalto.

 

 
Una pared es una textura. Las paredes nos enseñan, levantándose las enaguas, lo que fueran otrora, lo que de piedra hay en su esqueleto. Piedra y confianza, pienso. Hay paredes como heridas, firmes, imperecederas.
 
Para ser un reportage, estas fotos deberían guardar una apariencia uniforme, un aspecto unificador, un hilo narativo estético. Los fotógrafos profesionales buscan su propia identidad, la construyen. Los poetas hacen lo mismo. Se inventan fuera de si mismos y desde allí escriben. No sé si esto que acabo de escribir lo pienso realmente. Me pasa a menudo: escribo lo que no pienso.

 

 
Muchas veces he pensado en hacer un  reportage de Sant Andreu, mi barrio, y de sus lugares más pintorescos. 
 
Seguro que este chaval en pirueta y sus amigos que, inseguros, al verme sentarme con la cámara junto a ellos, deciden sentarse también y dejar de hacer lo que estaban haciendo. Ellos no saben que a mi no me importa si lo hacen bien o mal, y ni siquiera saben que yo jamás tendría el valor de subirme sobre una madera con ruedas, ni sobre un as tablas dejándome caer sobre la nieve en pendiente. No lo saben  y no les importa. Yo era - lo sigo siendo -muy tímido también y no les guardo rencor. En la duda el valiente se hace fuerte.

No hay mucho ambiente de Sant Jordi en el barrio. Apenas hay paradas de libros y las que hay son muy específicas, de asociaciones culturales que han editado sus proyectos. En la calle Segre, los "diables" de Sant andreu han montado su paradeta. No consigo el encuadre de la madre y el hijo. En todas las fotos algo falla: si no es el enfoque, es alguien que se cruza por medio. Finalmente me descubren y aunque no me dicen nada, dejo de fotografiar por pudor.  No me ganaré la vida de paparazzi, lo sé.

 
Un niño, mientras, lucha contra el dragón y lo vence. No siempre la valentía es victoria en la infancia. Son precisamente esas pequeñas grandes derrotas las que nos contrastan y nos enseñan caminos cerrados o abiertos.
 

 
Frente a Can Fabra una hija y un padre juegan a la confianza. Ella corre sobre el cemento y salta. Durante el salto ríe y sabe que en el final del trayecto los brazos más poderosos del mundo la atrapan como la red del funambulista. Insiste e insiste en el juego. EL padre no baja la guardia ni la paciencia. En mi mente suena ahora el tema "Ripcord" de Radiohead y con esa imagen vuelvo para casa.

 
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