jueves, 8 de mayo de 2014

Carta 03. “Km 2”: “ Más importante que la meta es el camino”.


Querida!

De nuevo acudiendo a esta cita semanal con ilusión. El vértigo del pasado. El equilibrio entre lo que fuimos, somos, estamos queriendo ser y lo que seremos. El cambio constante. Tienes razón: es personal, protagonizado sólo por nosotros, y acompañados por circunstancias, personas y sucesos que te ayudan al cambio.

Ciertamente estas cartas desatan los recuerdos. Añoro aquellos tiempos de descubrimiento personal y social, de falta de responsabilidades adultas – ahora me sobran todas, o casi todas. Viviría en un camino constante hacia la infancia, pasando de nuevo por la adolescencia, haciendo noche. Y cuando me pongo así de nostálgico consulto una cita de Lewis Carroll donde dice: “¡Qué pobre memoria es aquélla que sólo funciona hacia atrás!” Y entonces aprieto inconscientemente el paso y sigo corriendo.




No sé si te dije que estoy saliendo a correr por el exterior del Circuito de Can Dragó. Al haber un itinerario marcado puedo calcular fácilmente el recorrido a golpe de ejercicio básico matemático, accesible incluso a mi corta capacidad para la materia. Mentalmente la distancia tiene un poder importante en todo. No sólo por su objetividad física. Todo recorrido la tiene. Da igual hacia dónde. Cualquier desplazamiento nos hace atravesar una distancia mental. No es lo mismo parar después de una vuelta entera al circuito (mil ochocientos metros) que seguir hasta la fuente que, según mis cálculos, está tres cientos metros más allá. Esos tres cientos metros de nada, cuando se empieza, es una de las primeras victorias de las que te hablaba en la anterior carta. Llegar hasta el punto acordado con tu resistencia para beber, recuperar la respiración y seguir lo antes posible. Distancia y mente. Pero para esa distancia más importante que la meta es el camino (me viene a la cabeza un libro que me regalara nuestro amigo común Joan Brulles).

De esta Marathon epistolar estamos todavía en el kilómetro 2. Apenas hemos iniciado este trayecto emocional que nos hemos marcado y yo pienso, en mis descansos de apenas dos kilómetros, cómo se llega a esa zancada constante sobre una distancia de 42.195 km, y empiezo a imaginar cuál es la verdadera lucha de un corredor. Recuerdo algunos pasajes del libro de Murakami “De qué hablo cuando hablo de correr”. Me sorprendió leer que el entrenamiento era piramidal, es decir, el entrenamiento se basaba en un esfuerzo progresivo hasta alcanzar un límite desde donde ir aflojando el mes previo a la Marathon. Algo así. Es decir, que el cuerpo está sobradamente preparado antes de la cita pero es la mente la que hay que gobernar con precisión para llegar al final llegado el momento. No es que yo pretenda hacer una Marathon -mi motivación para correr pasa principalmente por la salud, ya sabes- , simplemente que cuando empecé a correr después de la segunda vuelta al circuito para completar una tercera y notaba que mis piernas dudaban si seguir o no, si era buena idea forzar y hacer una tercera vuelta – hubo unos primeros pasos tambaleantes- me preguntaba cómo se sentiría mi cuerpo si recorriera una distancia tan larga. Pensaba en tus sensaciones. Recordaba fragmentos de tu libro. Me notaba horas después cansado y mentalmente me repetía bromeando “hoy has corrido por encima de tus posibilidades” para concluir que me gusta mucho esto de ir aumentando el esfuerzo poco a poco y probando la resistencia del cuerpo. Te mantiene mentalmente muy conectado con el cuerpo.

Me acuerdo ahora del libro de Keleman: “anatomía emocional” (te contaré el porqué de estas lecturas importantes para un proyecto sobre cuerpo y emoción en el que ando con mi amiga Susana). Leí lo siguiente:

“Cuando los músculos y su función de bombeo se encuentran rígidos por el miedo o densos por el desafío, hinchados en el falso orgullo o colapsados por falta de apoyo, nuestro autodominio se debilita, nuestra autoestima disminuye y nuestro conocimiento del mundo se ve afectado


Me pareció fascinante.

Otro recuerdo literario. Otra vez Murakami. Tiene que ver con lo que he podido vivir al correr en un circuito es el contacto con otros corredores – Murakami hablaba de los parques en los que corría cuando viajaba y en la gente con la que coincidía. Cuenta anécdotas sobre los que adelanta o le adelanta en función de su rendimiento ese día. Varios son los que me han ofrecido la posibilidad de salir a correr con ellos y mire usted qué cosas que a mi me da vergüenza. Imagino que lo veo como una parte muy íntima la de correr, un diálogo con el cuerpo tan íntimo que no admite testigos. De nuevo el running nos sirve otra metáfora en bandeja. En este proceso vital, en esta lucha mental, en este recorrido, este objetivo anhelado la lucha es nuestra, es decir, lleva nuestro ritmo, personal e intransferible. Algunos corredores te pasan a velocidades insultantes, sientes cómo te rebasan, levantas la vista de tu cansancio y los ves alejarse con envidia sana, más adelante, siempre vigilante de llevar un ritmo constante, llegas a la altura de otra persona que te sirve de referencia por un tiempo, y te sirven de espejo para valorar tu ritmo, si se ha acomodado al suyo, o bien puede seguir avanzando (y sobrepasando) al otro para respetar tu propio proceso. Que te adelanten y no querer seguir ese ritmo que te asfixiaría cien metros más adelante, ser consciente de tus limitaciones y tus capacidades, estar atento, escucharse, afinar de oído.

Y yo que hago siempre – por el momento – el mismo recorrido envidio lo que me cuentas de las ciudades y lugares donde has corrido. Qué maravilla!! Sabes que hice caso de tu recomendación de llevarme las zapatillas a mis vacaciones. Tuve la oportunidad de correr por una Córdoba hermosa y llana, resonando su empedrado, y salir por una de las puertas de la muralla, atravesando el jardín de Los Poetas. Y días después correr junto a los dos ríos de Granada: el Dauro y el Genil. Sentir el Genil bramando a mi derecha y no poder más que parar a meditar un rato junto a su fuerza anocheciente. Y el Dauro a tramos escondido frente a la colina del Sacromonte, por un camino también llamado de Los Poetas, a escasos metros de lo que fuera mi casa durante algunos años.
Correr la distancia y la memoria a la vez. Eso no tiene precio.

Creo que hoy lo voy a dejar aquí. Me gustaría hablarte otro día de mi propia experiencia con el cáncer. Algo sabes ya. Pienso a menudo en tu libro cuando corro y sé desde dónde está escrito. Te hablaré del vínculo emocional con Afanoc y con sus trabajadores, gente admirable en lo profesional y en lo personal. Te felicito por ayudara a esta asociación con los beneficios de tu libro.

Seguimos. Tenemos una meta y tenemos un camino.

Que tengas una buena semana!!!

Besos



Ventu


Nota: La foto que te mando hoy es una captura de una película “Encuentro con hombres notables” basada en la vida de Gurdjieff en la que pensaba ayer mientras corría. Recordaba la frase basada en el inicio de la película donde se ve cómo los habitantes de una tribu se reúnen una vez al año en mitad de las montañas para ver quién de ellos es capaz de hacer vibrar las piedras con su música. Pensaba, mientras giraba la curva y entraba en lo que sería mi recta final, si esas piedras, si esas montañas de roca, no éramos nosotros, y si esa música única, inimitable, no somos nosotros también en búsqueda de la armonía. Qué cosas se piensan mientras se corre. 














2 comentarios:

soperos dijo...

bueno, leídas las tres. os agradezco. como sencillo lector, os agradezco este ejercicio de compartir. es imposible no quedar abierto después de leeros. un proyecto modesto y descomunal a la vez. habéis hecho que ocurra algo dentro de mí que todavía no tiene palabras, que aligera. aquí me tenéis, como fiel aprendiz. abrazos,

òscar.

Ventura Camacho dijo...

Gracias Òscar!!! por seguir!!!