viernes, 24 de abril de 2009

rabia

Semanas de mucho trabajo. Volvieron dos niñas que se fueron al poco de empezar a trabajar. Es un manera triste de aprender el concepto de fracaso. El cuerpo de la pequeña, de sólo dos años, no puede descansar por la noches. Dos años! si creyera me haría la cruz de algún dios en estos momentos. Ayer tuvimos reunión con la madre. Mi participación fue escasa. Ella no me conocía. Mi presencia allí era para evitar alguna posible agresión. Es una mujer rota por dentro. No supe calcular cuántos golpes han bastado para hacer que prefiera la venganza y la cárcel al amor por sus hijas. Es inexplicable. Observé como la cara de la asistenta social iba cambiando. La tensión de la conversación iba dejando marcas bajo sus ojos. Me gustaría haberla felicitado. Hizo muy bien su trabajo. Supo dominar la agresividad inicial de la madre, las amenazas. No vendió humo, no le regaló el futuro, fue realista. Su tono de voz y su respeto hacia la madre fue impecable. Me emocionan estas cosas. Al salir a la calle con la madre le dije que sentía que hubiera tenido que contar tantas intimidades, algunas muy de raíz, delante mío, porque, a pesar de que es mi trabajo, aquello era su vida y su intimidad, y a mi me acababa de conocer. Lo hice porque en estos trabajos perdemos de vista que trabajamos con personas, no con usuarios. Creo en la dignidad. Me miró entre sorpendida y agradecida, con cariño. No pasa nada, gracias por todo, me dice. Su mirada era otra después de hora y media de tensión. Estaba fatigada, casi exhausta. Nosotros volvemos al centro, ella a su soledad, a digerir si la rabia hacia el hijodeputa de su marido está ya por encima del amor a sus hijas.

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