jueves, 14 de julio de 2011

[158-167]


158
Lo cuentan los que lo vieron de cerca. Quiso morir de amor bajo la ráfaga de las ametralladoras, de las que no quiso guarecerse como el resto de sus compañeros, de las que no quiso escapar como sí lo intentara de Federico. Eso cuentan los que le conocieron.  Huir de Federico es huir de uno mismo.

159
Hay redes a las que nos está prohibido acercarnos. Rafael no era homosexual – eso dicen los que le conocieron -, pero no pudo evitar amar a Federico. Bajo el zumbido de los aviones enemigos, con la pasión de los veinticinco años, en un homenaje dudoso al cumplirse un año del más terrible de los vacíos,  un dieciocho de agosto de 1937, Rafael Rodríguez Rapún muere bajo el fuego de un avión enemigo. Hay quien dice que no quiso ponerse a salvo. Hay quien dice que todos los fuegos son enemigos. Era el primer aniversario de la muerte de Federico. Eso me contaron los que le conocieron.

160
Tú que tanto hablaste de la muerte. Tú que dejabas que Anna María te fotografiase en la playa en posición de difunto – algo que ya parecía normal a Salvador, acostumbrado a tus bromas en la Resi. [Mira que erais cursis. La Resi. Tanto deshumanización, tanta poesía pura, tanto vanguardismo y tradición, para que no se os ocurra nada mejor que llamarle “La Resi”]. Pero estábamos hablando de la muerte…

161
Me acuerdo muchísimo de ti”, escribe Rafael todavía con el miedo del “amor que no se atreve a decir su nombre”. Dejar de ver a una persona con la que ha estado uno pasando, durante meses, todas las horas del día es muy difícil de olvidar. Máxime si hacia esa persona se siente uno atraído tan poderosamente como yo hacia ti”

162
Pero como has de volver me consuelo pensando que esas horas podrán repetirse”. Escribe el amante al poeta, antes partir rumbo a Argentina.



163
Tú temías la muerte. Te horrorizaba. Por eso mismo jugabas a estar muerto. Era un exorcismo de tus miedos, un ensayar lo inevitable, un estar preparado para lo que nunca se acaba de estar preparado.


164
Sería invierno, fantaseaba Dalí, y encenderíais lumbre. Las pobres bestias estarían ateridas. Tú te acordarías que eres inventor de cosas maravillosas y viviríais juntos con una máquina de retratar. Tú, borrasca cristiana, te empaparías de su paganismo y él iría a buscarte para hacerte una cura de mar. Y te vuelves a ilusionar como un niño tonto, y vuelves a sentir la brisa del mar sobre tu rostro, a imaginar nuevos planes para las noches de agosto en Port Lligat.

165
Un amor de luchas y antagonismos. Entre los cuadriláteros de la moral y las raíces cuadradas del llanto. Una sonrisa iluminada por el negro de tu ropa y atrapada en Federico, esa red que teje amor y tentación, que nos esconde bajo la sombra de la huída. Pero no podías, no podías huir de Federico. Federico era siempre retorno.

166
Modesto Higueras dijo a Rafael le gustan las mujeres más que chuparse los dedos  pero tú no podías, ya no, ya eras placentera derrota del amor de un hombre. Sucumbías. Aquella foto en los jardines del hotel Reina Cristina, en Algeciras sólo era un botón de muestra. El amor brujo era sólo una excusa para volver a derrotarte. Lorca se convirtió en una de esas tragedias que no podías eludir y que te quitaban el sueño, como contaba su gran amigo Luis Sáenz de la Calzada, como el hecho de no saber nadar y convertir a Federico en tu naufragio particular.

167
Andrea Blanqué escribe: Rapún no sólo fue su pareja estable sino también su amigo inseparable. Compartían cada instante del día y de la noche. En las giras de La Barraca por los pueblos de España se hospedaban en la misma habitación, y cuando Pirandello lo invitó a Italia a un festival de teatro, el poeta preguntó si en lugar de llevar a su esposa –como se estilaba– podía llevar a su secretario.
Finalmente el viaje no se produjo, pero la relación entre Lorca y Rapún asumió estatuto público más allá de los confines de La Barraca. En los tres últimos años de la vida del poeta, ambos recorrían juntos el Madrid nocturno, la vida de los cafés, de las charlas, de las conferencias, comidas y recitales de aquella bullente capital de la preguerra.

2 comentarios:

Manuel Ballester dijo...

Aquests textos són dels més bons. La tensió entre l'un i l'altre, aquesta 'relació' en què el menys important és potser el sexe, sinó el terratrèmol que una persona causa en l'altra, recíprocament, això és el que em sembla més que aconseguit aquí i, en qualsevol cas, el que a mi em pertorba (per a bé).


Manel

Ventura Camacho dijo...

benvingudes aquestes pertorbacions, Manel. Abrazo