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Ni una palabra aquella noche en el Alcázar de Sevilla. Allí estaba el mito, el poeta que habías devorado con devoción, la Segunda antología poética, Diario de un recién casado…, el poeta español de mayor prestigio del momento. 1925, Cernuda guarda un tímido silencio ante la trascendencia de aquel evento que influirá en la vocación poética del sevillano.
Años después Isabel añadiría a su estampa de Juan Ramón: gran poeta y hombre de malísima intención. Empezó a criticar a Federico. No resistía que hubiera otros.
Hay una melancolía insoportable en el exilio. Los idiomas crecen como muros y la enredadera del tiempo nos atrapa, engañosa, impidiéndonos saltar, obligándonos a la tristeza. La lengua es una madre a la que se busca en Puerto Rico y junto a la madre, inevitablemente, los recuerdos de la infancia.
Odias tus dos primeros libros, deseas que desaparezcan. Odias la sombra de Villaespesa en ellos y te justificas en la edad, adolescente, dices, fuera de la realidad.
Y tu madre, que te repetía cada anochecer que tú habías nacido para ser príncipe.
Y tú, que ya no diferencias el sueño de la verdad.
¿Eras Torre de marfil o pozo de soledades?
Elaborar una eternidad en la infancia: los tres meses del verano, azules, dorados, idénticos, sin cambio.
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