Muovere

Ya se sabe: mi cámara tiene mucho ruido. No lo he retocado con el photoshop.  Tiene ruido y frío. Tarde de desenfoque. El frío esperaba, paciente, con su sable de hielo en la cintura, en la camiseta que nunca ajusta bien, que recolocas insistentemente y siempre, el ser invisible que es el frío, esa compañía molesta, reaparece para adentrarse bajo tus pantalones. Hay poco erotismo en ese movimiento. Es el mismo frío quien define la soledad como la falta de calor. El frío y la soledad tienen en común que siempre intentamos protegernos de ella, ocupar su lugar, cuando el fin justifica los medios. Se desenfoca la tarde. Subo la sensibilidad de la cámara al tiempo que baja la sensibilidad de mis dedos. Miro las sombras. Desenfocados ganamos en humildad. En el desenfoque nunca vence el detalle. La intuición se apresura a decir la primera palabra de una frase que no tiene fin. No hay fin en lo impreciso.No hay fin en algunas miradas, no hay fin en según qué espera y no habrá fin nunca en la caricia del tiempo.

Qué más da de dónde vengas si vienes hacia mí. Tu rostro no me importa. Espero en esta sonrisa que practico desde hace semanas y que espero sepas gestionar. No hay motivos para la alarma. "Muovere", moverse. La zona en sombra, la sombra creada para la ocasión. ¿Quién gritó luz, torció el gesto, y cerró los ojos?

La velocidad del gesto es sólo una pose pasajera. No pretendo ir más allá de tu superficie. Eres la tarde con frío. Voy a intentar abrigarte. Sé que me has descubierto y corro el riesgo de tener que salir huyendo, como un demente nocturno y sin sombra. Giro el rostro. No tengo sombra. Todas las bicicletas cabalgan tu espalda. Eres la boina gris. Y recuerdo versos de Neruda, de amadas y boinas francesas. ¿Quién habita el fondo? Pasajeros, paseantes, cuerpos en tránsito, validan su boleto y pasan el torno. Un ruido marca un número sobre la piel. Nos quedan pocos viajes.

Cruzarse en direcciones opuestas es el amor. Algo parecido. Ese preciso instante de coincidencia, ese gesto único, ese momento fugaz es el amor. El resto es el cariño y la compañía. El arte de cocinar el instante.  No me interesa vuestro juego. Reís, posáis, fabricáis un recuerdo. ¿cuántas veces volveréis a él?. Ignoráis que entre vosotros y mi cámara, la ciudad se mueve, y cuando digo ciudad te nombro a tí, y a tí, y a tí, a vosotros, los hijos del frío. Me miras, desentendiedote de él. ¿Quién dijo miedo?

No querráis encontraros en el anonimato de la tarde. No penséis en subiros a lomos de esta ingravidez. Nadie puede gobernar un abrazo inexistente. Como no se gobierna el verbo suicida, el que habla para morir, el que traduce planos de realidad en idiomas inventados. No soy nadie para que entres en mi casa, pero entra y hazme alguien. Yo incorporo a tu camino el viento cálido de lo arrebatado.

 

Sólo un fragmento de tí marcha en dirección contraria. El resto permanece en mi espalda, me sigue, se funde con la risa estúpida del afortunado. Hay un histérico rechinar de dientes sobre el estómago de una mujer que mira al cielo y cree en familias sagradas.

Hay quien tiene un cielo por construir donde morirse tranquilo. My work in progress, eso es la vida. T.S. Eliott me daría la razón.