sábado, 19 de abril de 2008

Hay carreteras que nos hacen felices




Hay carreteras que nos hacen felices, me dices mientras por el retrovisor los olivos se confunden con el horizonte. Nacional 432 granada. Córdoba. Hace casi un año que no visitamos a los amigos de la Cátedra de Flamencología de Córdoba y hoy es uno de esos días donde la coincidencia da un respiro a nuestra incompatibilidad de festivos y diarios. Hay carreteres que nos hacen felices, repito internamente mientras tú argumentas el parecido entre los primeros discos de Luis de Córdoba y el cante de Fosforito. Esta carretera pasa por Alcaudete. Me acuerdo de carmen camacho que es de aquí, y de tomás, y me pregunto si se conocerán. Alcalá La Real queda atrás y recuerdo las veces que hemos venido de visita y de jorge y de tere y de cómo habrían sido estos últimos meses sin haberlso conocido...
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Ir a Córdoba es algo especial. Córdoba es Mario Cuenca en una tetería haciendo inventario de coincidencias curriculares y vitales. También es el habernos visto tan poco!
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En córdoba brotan velas de las paredes, pequeñas capillas al cristo del cotidiano, que me recuerdan la necesidad de creer en mi mismo


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Hemos quedado en el bar de la facultad de ciencias del trabajo con Salvador Miranda, presidente de honor de la peña El Mirabrás de Fernan Núñez, un pueblo precioso muy cerca de la Capital. Estar con Salvador siempre sabe a poco. Habla flamenco. Sabe y comparte el saber. Sobrio, serio, genial. Salvador tiene frases que intento retener en la memoria para apuntarlas antes de perderlas. A finales de abril, dice, la gente ya no viene tan a menudo a las clases. Salen a los caracoles entre las dos luces (pronunciado luseh, con s y e abierta en posición final de palabra). Maravillosa pronunciación cordobesa, maravillosa expresión entre dos luses, que me atrapa. Y le preguntamos sobre su lucha contra el artículo del Estatuto de Andalucía donde se pretende adueñarse de la exclusividad del flamenco, y de cómos e paseó por todos lo periódicos locale sy nacionales, de cómo habló llevó su manifiesto (un manifiesto donde simbólicamente firmaban todos los cantaores y bailores flamencos fallecidos y nacidos fuera de Andalucía,q ue magistralmente ponían en entre dicho el citado artículo). Y nosotros le preguntamos sobre Fosforito, sobre Luis de Córdoba, sobre cómo ve él actualmente a Enrique Morente, entre otros etc. Llega la hora de la clase. Nos quedaremos con ellos y luego volveremos a Granada. Hoy hablarán de la evolución del flamenco.

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Agustín Gómez (a la izquierda en la foto abajo) es uno de los flamencólogos de mayor prestigio. Cantaor frustrado, no por falta de talento o de voz, sino más bien por excesivo torrente de voz, como él siempre cuenta,´con tonalidades más cercanas a la ópera o zarzuela que al propio flamenco. Fue director de un programa de radio, precisamente por ésto, y por no dejar su vinculación con el flamenco, que ya venía de lejos, de su padre, El Lucero, cantaor y fundador de la peña flamenca de Montilla. Agustín es un hombre cercano y una gran profesor. Sus clases, sin apuntes, ni papeles, son una magistral lección de la historia viva del flamenco. Yo, a rebufo de Eli, he asistido a algunas de sus clases y créanme si les digo que queda uno maravillado...


Luis de Córdoba (derecha en la foto, arriba), acampaña a Agustín en sus clases desde el año pasado. Luis es uno de los cantaores con más conocimiento del flamenco que hay en la actualidad. Su nombre no es tan mediático como el de otros, pero no lo necesita. Su talento le precede. Ilustra al cante, acompañado por Paco Serrano a la guitarra, las explicaciones del maestro Agustín.
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Salvador nos habla de Luis García Montero, al que conoció en la Feria del Libro del año pasado, y con quien protagonizara una anécdota curiosa con su nieto. El nieto de Salvador tiene una pasión incalculable por los trenes. A menudo van a la estación de tren de Córdoba a ver llegar y salir los trenes. Una de esas tardes coincidió con garcía Montero, Almudena Grandes y su hija y hablaron de trenes y de viajes. Unas semanas después, en la presentación del libro de Luis en Córdoba volvieron a coincidir y el poeta recordaba aquella tarde, que plasma en una dedicatoria que emociona a Salvador, desde ese momento el abuelo de los trenes.
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Agustín y Luis disertan sobre lo que es un poema que nace para el flamenco, en lenaguaje vernáculo, que habla el mismo idioma del cante, y aquel que para convertirse en flamenco, necesita un traje nuevo, un sastre.
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Una soleá adaptada por Luis de Córdoba:

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Soy corto, dice Salvador, como el cante de la Isla.
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Después de la magistral clase/recital nos despedimos. Quedan dos horas y media hasta Granada de coche. Salvador señala el cielo y me dice: esas son las dos luces.

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