jueves, 11 de junio de 2009

mil dolores pequeños

Hoy acompañé a A. a la psicóloga. La recogí un cuarto de hora antes en el colegio. Ya esperaba en el banco frente a la conserjería, y nada más verme sonrió en bienvenida, para acto seguido enfundarse mil dolores pequeños de esos de "necesito sentir que no estoy sola". Llamadas de atención, me dice la monitora del comedor con un silencio cómplice. Bajamos calle abajo a ratos de la mano. Son cosas de mujeres, le digo, ¿verdad? y sonríe vergonzosa. Es es el Motivo de tu no encontrate bien de hoy. Diez años son pocos para sentirse diferente unos días al mes. Y es que una no tiene el cuerpo para hablar de sus problemas con aquella señora que sabe curar con el habla, o que es un vaso de agua en tu imaginación ( en esa en la que se tienen pensamientos raros mientras escuchas lo que otro te dice), una ayudadora desconozida en la que todos creen por ti, cuando tú dudas. Existe la seguridad prestada. La confianza ajena. Y al salir te alegras de que decida que nos vamos a casa ( y casa suena como un crujido porque me cuesta llamarle casa al centro en el que vives, porque tu casa, la que tú sueñas, está en Santo Domingo, a diez horas de vuelo y miles de kilómetros de distancia medidos en madre-luz, como me cuentas durante la comida a solas. Yo también te cuento. De mis padres, de mi infancia, de aquel día en el que se me partió la sandía en la huerta, y eso me acerca más a ti. O eso creo ahora que revivo esto.

3 comentarios:

soperos dijo...

una caña, ventu. cuánto me alegra que, de alguna manera, A tenga a V.

la verdad, así dicha, como lo haces tú, V, lagarto mío, nuestro, duele se parte y da esperanza.

hasta ya mismo,
besos,

ò.

Ventura Camacho dijo...

esperanza, esa es la clave! garcias

Anónimo dijo...

pa garcías las tuyas, señor camacho.

besos,
òscar.