jueves, 30 de junio de 2011

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71
Bajar a tomar café  a casa de tu tío Manolo era una excusa para buscar en aquella biblioteca el camino de la literatura. El mismo tío Manolo que ya en la edad adulta te volviera a conectar con la niñez. Podríamos decir que tu tío fue principio y memoria del principio.

72
Daimuz era el sonido de las canciones populares, el gusto por lo que brota de la tierra invade cuerpos de mujeres que cantan melodías de surco y agua, de jardines en flor, de tiempo para la eternidad.


73
Fue él, el padre Antonio López, quien te hizo escribir tus primeros versos con catorce años recién cumplidos, corrigiéndolos apasionadamente y dándote como precepto estético que en tus temas literarios hubiera un  “asidero plástico”.


74
Era septiembre de 1916, recordabas, cuando aquel emocionado padre escolapio intentaba leer con entusiasmo poemas en clase, recibiendo por todo agradecimiento las burlas malignas de los alumnos.


75
Cada vez te gusta menos estudiar y pasa el tiempo llenando los márgenes blancos de pequeños trasatlánticos  seguidos, en la distancia, por una abierta V de gaviota.



76
Fue en la tarde en que aprendiste colores nuevos.




77
Fue tu tía Lola, quien te daba sus colores y te hacía copiar dibujos de Granada, y fue en su casa también donde descubriste el semanario madrileño La Esfera, con láminas de colores que reproducían cuadros célebres del Museo del Prado.


78
Se podría decir que tus primeros versos nacieron a caballo.




79
Una de aquellas tardes, sin transición previa, las cosas se me aparecieron como si por primera vez entrara yo en comunicación con ellas, provocando la urgencia expresiva, la urgencia de decir dicha experiencia. Así nacieron los primeros versos de los cuales no sobreviven ninguno

80
Cuando aprobar las asignaturas era un reto con premio de ir a ver los cuadros de Murillo a Cádiz. Este niño será un Murillo, te decían, pero tú empezabas a querer ser un Velázquez.


81
En el recuerdo de adulto, un charco triste en mitad  de tu clara niñez andaluza.






82
Con Espinosa y Gil Cala leías versos a veces hasta el rayar del alba. Fueron tus iniciadores, los que despertaron en ti el “temblor de la poesía”.



83
La calle, ya más que los museos, era tu escuela.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo quisiera poder tener algún día este libro en papel, Ventura..sigo pensando lo mismo, por mucho que eso no quite que te agradezca el trabajo de lanzarlo aquí..pero ay, sería tan bonito, tan suyo, poder tenerlo en el tacto...
Un beso

Ventura Camacho dijo...

Sofía, la verdad es que donde se ponga el tacto del libro que se quite la red de redes!!! es cierto!
Un besazo! y gracias!

Manuel Ballester dijo...

75, 76, 78... extraordinaris; entremig alguns més "aplanats": esclar, és la pu(t)ra dada històrica, la rasa quotidianitat. I sí, ja sabem que els anglosaxons han fet bona poesia sobre això (o, més aviat, 'a partir' d'això), fins de la brutícia més "bruta"... Però la brutícia és poètica; la dada històrica és freda.

(Bue, segurament tinc massa influència dels barrocs, dels Gamoneda, Valente, Vinyoli, Bartra... Què hi farem)

En qualsevol cas, el conjunt continua sent d'alçada, poètica i de l'altra.

Estic pendent.

Salut.

Ventura Camacho dijo...

La dada històrica és freda, per això he intentat portar-la a l'anècdota. Són molt interssants les teves aportacions, Manuel, moltes gràcies.