viernes, 1 de julio de 2011

La ventana


Hay cosas que suceden porque tienen que suceder. O suceden porque suceden - vaya idiotez - y son así, y más tarde nos sirven para justificar otros actos, o para construir simples metáforas cotidianas que nos regalan las entendederas y abanican los calores cerebrales.  La otra noche, volviendo de un paseo nocturno, nos encontramos esta ventana junto a otros muebles viejos. Era el día que el Ayuntamiento ha decidido que es el mejor para deshacerse de los trastos viejos, de lo obsoleto. No me imagino teniendo que elegir un día a la semana donde deshacerme de mis basura mental. Cada vez, y ya sé que este es otro tema que no viene al caso, detesto más la organización de las ciudades. La cuestión es que alguien había decidido cambiar su vieja manera de mirar la vida desde el interior por algo más moderno, por un pensamiento más de actualidad. Esto que escribo lo pienso ahora. Otra lectura sería que alguien decidió invertir en una ventana -pobablemente de aluminio - que le aisle mejor del frío y del ruido. Déjenme confesar que nos pareció tan hermosa la ventana de madera que decidimos llevarla a casa para restaurarla y darle un uso como marco de cuadro. Era una idea que llevamos tiempo queriendo hacer.  Ahora, cada vez que abro el patio y veo la ventana me gusta mucho más la idea de poder reformar una vieja manera de mirar la vida. Cada uno tiene una o varias ventanas personales. Nada nuevo bajo el sol. Yo sigo de baja. Encadeno días muy buenos con otros eslabones que entorpecen el avance y el descanso. Mi conciencia -esa lacra que se forja en una mayoría de cosas en las que apenas crees - me reprocha que no esté trabajando, que no me arrastre mentalmente frente a las niñas. En el mundo educativo existen pocas herramientas que nos protejan, que protejan nuestra salud laboral. Yo he decidido, a costa  del quñe dirán y de que la seguridad social me descuente parte de mi sueldo, automedicarme, cuidar mi cabeza, mi herramienta de trabajo. En definitiva: cuidarme para poder cuidar. Ayer me salté la norma de desconexión para ir un rato al trabajo a despedirme de dos niñas de mi piso que marchan, la una con su familia y la otra con una familia de acogida. Es un enorme placer saber que ellas tendrán ahora nuevas ventanas desde donde ver las cosas pasar. Esta noche no dormí apenas abriendo y cerrando ventanas desde el insomnio. Valió la pena. No me quejaré de estas horas no dormidas porque tienen que ver con la felicidad ajena. NO lo he dicho: este insomnio me ha dado la idea para un nuevo libro que hable de la labor del educador social... estoy en ello. He empazado con un listado de temas, a modo de índice.


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2 comentarios:

soperos dijo...

joé, ventu, claro que se necesita descansar de la ciudad y sus trampas, sus persianas cerradas, su alquitrán atrapado y su fea manera de ocultarnos la vida.

y deshacerse de la mugre mental que nos recarga ese ruido insaciable alrededor.

deshacerse para hacerse otra vez y pasar de la vida al pensamiento.

a ver si nos vemos prontico.

a mejorarse, prenda.

tu pepico

Ventura Camacho dijo...

ya lo dijo Lorca - aunque él lo decía en otro sentío - "llévame a los campos, a ver abrirse las flores"

abrazo